Ese 18 de febrero a las 11.15hs, me retiré de la sala de quirófano prometiéndote sueños con princesas bailando el vals en una gran fiesta, con vestidos largos, con muchas joyas y sandalias de tacos altos… Y antes de irme de ese lugar tan frio, miré a los ojos a cada una de las personas que iban a permanecer con vos cuando yo ya no estuviera ahí…

Te dejé allí “mi bella Juli”. Y en tu mano pequeñita dejé mi corazón para que puedas tomarlo y sentir mis latidos. Porque yo sabía que aunque no pudieras verme ibas a poder sentirme.

Cerré mis ojos, tomé aire y pensé en la Doctora Susana Canelo y me sentí segura al saber que era en sus manos en quien quedabas.

Las horas comenzaron a correr, pero por momentos no corrían… solo pasaban muy lentamente; una, dos, tres, cuatro, cinco… y la des-espera-ción inundó esa sala de “espera”. Papá y yo cruzábamos miradas y automáticamente nuestros ojos se dirigían hacia el reloj.

¿Cuánto faltará? ¿Cuánto más seguir esperando? … mis piernas iban y venían sin ir a ningún lugar… solo pensaba y me preguntaba: ¿Estará soñando con princesas bailando el vals?

Ese es el sueño de tu vida “mi princesa”… estamos pasando por esto, justamente para que algún día puedas “bailar el vals”.

 

¿Existe algún tipo de preparación adecuada, para un niño, previo a una cirugía?

 

Quienes poseemos un hijo con este tipo de patología, en grado severo, sabemos que en la cuenta de intervenciones quirúrgicas, nunca es una, sino dos, tres, cuatro, cinco… y la cuenta puede seguir mucho más allá de lo que, como papás, creemos poder tolerar.      Pero la cuenta además de números va sumando fortalezas que vamos adquiriendo y es justamente lo que nos permite seguir avanzando y progresando en mejorar la calidad de vida de nuestro hijo.

No sólo el niño va obteniendo experiencia en cada cirugía, sino también la familia que lo rodea. En particular los padres y muy especialmente, la madre. Ya que suele ser en ella, en la figura que representa a la función materna, en donde el niño intenta buscar refugio a sus miedos, a su angustia y a sus dolores reales y fantaseados. Busca el amor que lo “sobre-proteja” de esa realidad dura, dolorosa y compleja que le toca vivir.

Si bien la experiencia puede “sumar” saberes, conocimientos, madurez y aprendizaje, no podemos eludir que cada cirugía es “única”, que cada cirugía vuelve a ser una y que cada cicatriz es “una marca”, que deja una huella en el cuerpo. En donde se puede “sumar” mirando; uno, dos, tres, cuatro, cinco…

¿Solamente el niño debe prepararse? ¿Quiénes sostienen a ese niño durante el período previo y post quirúrgico?

En este tipo de patologías, las cirugías suelen ser programadas, esta programación nos ofrece un tiempo de antelación para idear y ordenar las acciones previas a una operación desde la realización de los análisis pre quirúrgicos, radiografías, tomografías y hasta la organización de la cotidianidad familiar que se verá alterada. Pero el factor “tiempo” asimismo nos brinda algo que es sumamente valioso y es a disminuir intensidades emocionales, el “ir haciéndonos a la idea” de esa cirugía, va construyendo imaginariamente la misma y esto nos acerca a la concreción en lo real. Como padres y adultos responsables de la salud de nuestro hijo debemos preguntar y cuestionar a los profesionales intervinientes, debemos saciar todas nuestras dudas. Estudiar, leer e investigar son acciones que nos dan herramientas, no sólo para poder conocer de qué padece nuestro hijo, sino también nos brinda herramientas esenciales para poder “hablar” con él y con todo el entorno familiar circundante.

Por lo general, además de los padres son los hermanos quienes acompañan, ya que son los más próximos. Ellos ven sufrir a ese hermano que teme y que soporta y al “con-vivir”, ellos también sufren y temen. Por eso es esencial que los hermanos sean partícipes activos en este tipo de situaciones y sean incluidos en las charlas familiares sobre el tema.

Aquí no está en juego lo “in-esperado” o la urgencia de la inmediatez quirúrgica, solo se “espera” a la fecha ya prevista y mientras se espera “se habla”, se explica, se cuenta qué es lo que va a pasar en esa intervención quirúrgica, para qué sirve, por qué es necesaria, qué órganos o huesos o partes del cuerpo van a ser intervenidas, qué puede cambiar en su cuerpo y en su vida luego de la cirugía. Teniendo siempre presente la edad del niño, dado que eso va a orientar nuestras palabras en relación a la comprensión de quien escucha. El lenguaje verbal y gestual que utilicemos al hablar con nuestro/s hijo/s al momento de plantear la futura cirugía no debe poseer un contenido alarmista ni dramático, sino todo lo contrario debemos presentarlo desde un lugar positivo y desde la posibilidad de mejorar su calidad de vida.

A pesar de que los niños no suelen expresarlo, a veces, temen o fantasean con que sus padres les pueden estar ocultando algo, es por esto que es necesario sentar bases en una relación basada en la confianza, sin engaños y con verdades que le permitan al niño ser conscientes de la situación por la que van a pasar.

Animar a nuestro hijo a formularnos preguntas sobre el problema de salud y de por qué lo van a operar puede ayudarlo a manifestar y expresar sus miedos y preocupaciones. Es importante poder responder a sus preguntas, como así también decirles que tanto médicos como enfermeras también podrán responder. Esto ayudará a que el niño tome confianza en los profesionales que van a participar en la cirugía.

Un niño afronta mucho mejor este tipo de situaciones cuando tiene ideas concretas de lo que le va a ocurrir y sabe por qué es necesario que le ocurra.

 Y el pequeño pregunta y el padre le cuenta

Y el niño lo escucha y el padre se inventa

Y el niño se duerme escuchando ese cuento

Y el padre comenta,

Te quiero

 

                         Canción de José Luis Perales

Licenciada y profesora en Psicología
Lic. Sonia Valeria López
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